miércoles, 3 de noviembre de 2010

Fragilidad




Cada día que pasa me cuesta más escribir, en realidad es miedo lo que tengo, pánico a la letra mal escrita, a la palabra incorrecta: al fracaso. Y es que  me ronda esa terrible sensación que va más allá de unos simples versos que nada significan en un juego en solitario. He crecido con una profunda pasión a todo lo que rodea el arte de la escritura, ese horizonte despejado al que una está deseando llegar para, probablemente, comprobar que no hay nada mejor que un trayecto. El ser humano necesita de un estímulo constante, yo pienso que incluso esa actitud de búsqueda tiene cierto matiz animal; un elemento inesperado que nos hace caminar por los bordes. Crecemos haciéndonos promesas que nunca llegamos a cumplir, o nos quedamos a medio camino; entonces la fragilidad nos acompaña el resto de nuestra vida.   Existe cierta sensualidad en ese juego entre la realidad y  ensimismamiento que intento mantener dentro de los límites razonables, quizás ahí radique mi fracaso. No sé si tengo instinto literario, no sé qué hay en mí de animal o de humano, de lo que estoy convencida es de que la escritura no es una forma de vida real, aunque a veces nos proteja, nos ofrezca y nos envuelva; incluso nos sobreviva.

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