miércoles, 20 de julio de 2016

La madre



Cada vez que mi madre enferma
una pluma cae de sus alas,
yo las guardo en una bolsa de tela azul.
Ella finge que no ve nada.
En la ventana, los pájaros revolotean
dibujan un ala caída con su vuelo
y chocan contra el cristal.
Está cansada, la lengua dormida
la garganta áspera, los ojos entornados,
como quien no reconoce.
A veces su memoria, como un haz de luz
nos canta canciones antiguas
que suenan como lamentos, pero ella ríe.
Vuelve a tener la misma edad, cuando crecía
soñando con alas de pájaro.
Pide la mano de mi padre, su calor,
no recuerda ya lo que pasó.
Cada vez que le repito la historia
me derrumbo en una charca
líquida de dolor.
ojalá mi mano pudiera curar
te salvaría con todas tus plumas, madre

te salvaría.

....

Me acerco al rostro para oír su respiro,
lo noto ajeno, ahora no sabe quién soy,
pero un halo de calor relaja su vientre
y reconoce la sensación
Siento cómo te desvaneces lentamente,
Como me cedes tu lugar y yo crezco.
Nuestros pensamientos distantes
se unen con el tacto, su calor, su dolor.
Recuerdo que el tacto te conmovía,
En cambio, ahora la rigidez secuestra el vuelco.
Solo de cuando en cuando
En los días blancos, llenos de luz,
solo quieres danzar.
Por eso te crecieron alas, madre,
 las guardo, para cuando las precises,

o las necesite yo.

...


Si el miedo arde en sus ojos
yo la abrazo fuerte
 y sus alas se expanden.
El cielo se comprime en el abrazo,
aquí está tu patria, madre
no temas a la muerte.
Seré yo quien luche este combate.
La calma vuelve a sus ojos cansados

Y me sonríe.
...
  
La muerte traza una ruta
para que nadie escape.
Las extremidades frágiles,
torpe el latido,
un murmullo de recuerdos,
la boca seca, babel de miniatura
y el tiempo entre niebla.
Blanco, dorado, azul noche quizás.
Este lugar se empeña en ser patria
pero es una argucia para confundir

al único destino posible.