martes, 1 de febrero de 2011

Carolina


Desde éste tejado no se puede respirar bien, la ciudad expulsa un calor que se eleva hasta el final. Nadie sale a la calle: Me veo obligada, pues, a observarlos a través de las ventanas; cúbicos observatorios, nidos de avispas, hervideros luminosos y tristes. Calles estrechas como lenguas de serpiente que se proyectan, se disfrazan, fluyen en solitario inmóviles como el tiempo atrapado en el cristal de un viejo reloj. Esta noche no hay ni uno solo que baile para mí, que me alimento de sus danzas. Pobres humanos que no conocen el abrigo extremo de mi piel de gata.
("Historias de gatos en cien palabras")

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