jueves, 18 de marzo de 2010

Invisible (Paul Auster)





Sinópsis

En 1967, Adam Walker, un joven poeta ávido de vida y literatura, estudia en la Universidad de Columbia, se opone a la guerra de Vietnam y es muy apuesto. Una noche, en una fiesta de estudiantes, conoce a una pareja de franceses sofisticados, Rudolf y Margot. Tras varios días en que ambos ejercen su ambigua seducción sobre el inocente americano, Rudolf, le ofrece a Adam la dirección de una revista literaria que él financiará. Adam ya sospecha que quizá el profesor sea un hombre peligroso, pero no puede resistirse a su oferta. Y tampoco se resistirá a la insinuante Margot... Pero, en estos juegos peligrosos, ¿quién es la presa y quién el cazador? «Con unos personajes fascinantes, una estructura en espiral y un final digno de Joseph Conrad y El corazón de las tinieblas, es una novela de un suspense impecable, inteligente e inquietante» (Donna Seaman, Booklist); «Posiblemente nos encontramos ante la mejor novela de Auster» (Don McLeese).



Poblada de sus referencias literarias habituales, Melville, Hawthorne, Flaubert, Stendhal…, y con un simpático guiño a Enrique Vila-Matas; el que falta, Miguel de Cervantes, queda implícito en la compleja estructura de la trama. Leerle es volver al manuscrito hallado, al escritor que reflexiona sobre lo que escribe y lucha por mejorarlo, a los personajes que se revuelven contra lo que se dice de ellos y niegan la mayor multiplicando las posibilidades especulares de un texto que no tiene principio ni final, pero que esta vez posee pies y cabeza, y deja el poso de querer conocer más a ese oscuro personaje, Rudolf Born, que podría ser a un tiempo espía, mecenas literario o vulgar matarife. Siempre en boca de otros, sin la posibilidad de narrar su propia historia, siempre ‘invisible’ al lector, Born esconde el lazo del último nudo gordiano de la trama que sólo quienes se adentren en la novela podrán desenredar.
Auster utiliza en esta ocasión a tres narradores de la historia (creo que es fácil deducir quienes son…) y pretende llevarnos a una narración en la que acabemos pregúntandonos quién es el cazador y quién la presa. Adentrarse en el universo de Auster es una nueva experiencia, a veces mejor y otras no tanto
En él  uno se encuentra ideas obsesivas que recuerdan otros libros suyos:
- Esa sensación de estar perdido en la vida que caracteriza a Adam Walker. El hecho de que su destino cambie drásticamente de un momento a otro por causas ajenas a él.
- La presencia de uno o más escritores que introducen la historia dentro de otra historia, que a su vez introduce al lector en otra historia. Ese juego de espejos/libros tan enriquecedor y característico de Auster.
- Nueva York siempre presente. Ahora como un lugar degenerado y hospitalario a la vez (como Gwyn, la hermana de Walker).
- Y la guerra, vista desde el punto de vista de un joven pacifista, Adam Walker y su contrario, Rudolf Born. La guerra, incrustada en la naturaleza del “nacido” y presente al paso del “caminante", que se empeña en hacerle frente sin éxito.
Pero esta vez no encuentro el protagonismo que Auster muchas veces da al azar. En “Invisible” el motor de la acción es una persona, no el destino. Ambos crueles y determinantes en la vida de los demás personajes, pero distintos. En Born la crueldad proviene de su maldad, advertida ya al principio, cuando se le compara con Bertrand de Born, ese poeta descabezado desterrado al infierno de Dante por incitar a su príncipe a la rebelión.
Coincido con el guiño a Joseph Conrad. Rudolf Born termina en una montaña tropical que recuerda a aquellas tinieblas, dónde lo civilizado pierde parte de su disfraz para enseñar su lado salvaje e inhumano. Un personaje que aún estando presente en todo el libro en las voces de otros, permanece “invisible” o “en las tinieblas” ya que el lector sólo acierta a intuir su naturaleza pero no llega a explicarse nunca.

Auster, otra vez Auster, esta vez reflexionando sobre el bien y el mal, la ética de la sexualidad, la culpabilidad y la redención, la guerra, … Y todo con una compleja trama que engancha y no te suelta ni siquiera al final
¿Cuánto de verdad hay entonces en la narración de Walker? Ninguna, o toda, o la que libremente queramos asumir como cierta. Freeman consigue que el protagonista le envíe desde su cama de moribundo la segunda parte, en la que se narra, en segunda persona a sugerencia suya, una escabrosa relación incestuosa entre Walker y su hermana Gwyn, sin ahorrarnos detalles íntimos y escatológicos. La narración se interrumpe en el momento en que el joven Walker viaja a París y con los apremios a Freeman para que se vean porque siente que su tiempo se está acabando. La tercera parte de la novela de Walker llega ya a manos del escritor tras el fallecimiento de su autor y son una serie de notas abocetadas que James Freeman reelabora en tercera persona para dotar de cuerpo a la narración. En ellas se cuenta la relación de Walker con Born en París; su amistad con su prometida, Hélène, y sobre todo con la hija de ésta, Cécile, enamorada en secreto de Walker y que, despechada por este, no le cree cuando le revela sus dudas éticas sobre el prometido de su madre y el asesinato a navajazos del joven ratero Cedric Williams en Nueva York. El libro concluye con la entrevista de Freeman con Cécile Juin y el diario que ella le entrega en que da cuenta de su visita a un crepuscular Born, pocos años antes de su muerte, en una remota isla del Caribe, un paisaje moral que parece entonces sacado de un Conrad más ligero e irónico.


Narraciones que se convierten en textos a corregir, entradas en un diario, notas de un moribundo enmendadas por otro narrador, textos que cambian de persona para elevar su tono literario, personajes que se esconden tras otros nombres con ánimo de disfrazar de mentira la verdad, aludidos que reniegan de los hechos contados. Pocas veces desde ‘Ciudad de cristal’, la escritura de Auster había sido más rica, más plena, más dispuesta al juego, al gozo y a la experimentación, pero sin cruzar nunca el umbral de lo disparatado y de esa sensación del contar por contar que tanto lastraron ‘Viajes por el Scriptorium’ y ‘Un hombre en la oscuridad’.

Poquito se puede decir que no sepamos de este autor, nacido en Nueva Jersey, donde trabajó como marino en un petrolero, pasó tres años en Francia trabajando como traductor, cuidador de una finca y también como “negro” literario. Será en 1974 cuando vaya a parar a Nueva York, una ciudad muy presente en su literatura. Es ganador de un sinfín de premios, pero por la cercanía con nuestra literatura hay que recordar que en el año 2006 fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

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