domingo, 28 de febrero de 2010

El árbol torcido




 A mí me parece un poco extraño, Luis, tiene una mirada que me hace subir algo a la garganta, y no se va de allí hasta que el crio desaparece. Y luego está el asesinato de Paula, con lo que quería al chico y se esforzaba por él, en serio,  esa forma tan terrible de morir, no merecía algo así, en realidad nadie lo merece. Tengo que salir de esa casa, tengo miedo.
 El café tardó en llegar a la mesa, el camarero se disculpó mientras recogía los restos del almuerzo, limpió la mesa y se disculpó de nuevo.
 Diminuta  de grandes ojos y pelo negro se perfilaba contra el rosa del mantel, y en su gesto una leve mueca, entre molestia y alivio, hacían presagiar que algo malo sucedía. Luis se acercó a la mesa para avisar que estaba allí y a continuación se dirigió al servicio de caballeros.  El denso olor a orín apestaba el pasillo estrecho, contrastaba con la insolente luz del día que lo iluminaba a través la ventana del fondo. Él se lavó las manos varias veces, como si con ello intentara acabar con la mezcla de aromas- el de la cocina que estaba al lado y el del baño- que se fundían en el pasillo.
-yo creo, Ana, que exageras un poco- replicó al volver a al mesa-, lo de Paula fue casual, Mauro es solo un niño, y hace travesuras como todos lo hemos hecho a su edad, su madre no se ocupa de él y anda de lado a lado, pero el chico no es malo, no sé cómo se te meten esas ideas en la cabeza.
-no puedo explicar el motivo, pero que estoy aterrorizada no puedo negarlo, quizás sean cosas mías, no sé.
Ana se sintió observada desde la barra, se sobresaltó cuando otro de los camareros se acercó a retirar lo que quedaba en la mesa. Tal vez era la idea de que esa noche se quedaría sola en la casa con el niño. Alzó la vista y clavó sus ojos en los de Luis en un gesto suplicante.
Salieron del bar y caminaron en silencio un gran tramo de la avenida, al doblar la esquina vieron la casa que estaba a pocos pasos, no había motivo para apresurarse, aún así ambos aceleraron el paso, Luis se preguntó si debería pasar con ella la noche.  
Lo tenía terminantemente prohibido. Nada de acompañantes, en esto la señora era inflexible, nada de extraños, ni novios ni amigas, nada, yo sola ante la maldad de su hijo, ese que apenas si  se trataba con él; el pequeño árbol torcido, como solía llamarlo.
Cuando se acercaban a la puerta el chico la abrió, como si estuviera esperándolos, y se dirigió a Luis
-entra, dijo – abrió un poco más- ella está un poco enferma, le haría bien que la acompañaras, te mostraré mi colección de piedras, no hay nadie, la casa está vacía.
-no deberías, no deberías invitar a nadie a la casa, a tu madre no le gusta, ¿porqué mientes?, no estoy enferma, me despedirán si encuentran aquí a Luis, ya conoces las normas.
Mauro sonrió de forma maliciosa, miró a Luis retándolo, torció el gesto , eso fue, una forma de mirar la que animó a Luis a quedarse un poco con ellos.
Se sentaron en la salita, Ana encendió la luz, y de repente había una nube de bichos girando en torno a la bombilla. Mauro embelesado seguía con la vista el giro desesperado de su vuelo.
-Luis- dijo Mauro repentinamente- ¿quieres que te enseñe mi colección de piedras?, me las traen los obreros de mi padre de la costa del arroyo.
-¡Mauro, no entretengas a Luis! – dijo Ana-, si lo encuentran aquí tendremos problemas.
-no te preocupes, no lo encontrarán- contentó el niño-.
Ana entró en la cocina para prepararle la cena, Mauro tomó de la mano a Luis, y lo condujo hacia una habitación acristalada que había en la parte trasera de la casa, junto al jardín. Dos veces estuvo a punto de deshacerse de su mano y salir de allí. Mauro tenía las manos calientes, tanto que la suya comenzó a sudar.
-ven, ya verás cómo te gustan, son enormes. El chico tiraba de él y se sintió un poco angustiado, ¡qué calor hacía! , se duerme mal con tanto calor – pensó-, caminaba  forzado de la mano del chico, de nuevo quiso salir, pero ya estaban ante la fastuosa colección de piedras de rio, una explosión de color inundaba la estancia. Piedras de colores, montones de ellas, te todos los tamaños y formas.
-es genial, exclamó Luis impactado- no imaginé que tendrías tantas
-elige una, Luis –sugirió Mauro- una que sea grande, muy grande.
Luis sonrió, parecía un chico encantador, no entendía el recelo de Ana. Escogió una piedra del tamaño de un globo, verde, preciosa.
-no está mal, Luis, ahora escoge otra.
-¡ya está bien, Mauro, déjate de juegos, tengo que marcharme!,  dijo Luis en tono pausado.
-por favor, suplicó el niño
-de acuerdo, una más, luego me voy.
Mientras Luis escudriñaba entre los montones de piedras, Mauro se acercó por detrás y sosteniendo la primera piedra en alto, sorprendió a Luis
-No está nada mal, desde luego es una buena elección para morir, dicho esto le asestó un golpe seco, el chasquido de la piedra contra la cabeza provocó un flujo extenso de sangre que inundó  las baldosas blancas y negras del suelo .


3 comentarios:

  1. Qué niño tan encantador. Ese tipo de travesuras son las que hacía yo de chiquitito.

    Bueno, ahora en serio... Como relato es impactante. No sé si te has planteado una continuación (Ojo, que como está, está bien), pero la situación da pie a una larga y buena historia... Ya me contarás.

    Isabel, cuando hablan los personajes te saltas las Mayúsculas... Escribe más despacio, que no hay prisa, Guapa.

    Un Beso con MAYÚSCULAS.

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  2. Gracias, he pensado continuarlo, pero no ahora,( desde el viernes he escrito dos relatos y dos poemas, un relato y un poema acerca del equipo57, no sé si conoces algo acerca de ellos, un poema para mi libro "caústica palabra", y éste relato, y cada cosa ha sido diferente) lo cierto es que lo he escrito ésta mañana. Es una idea que me ronda la cabeza, pero no lo tengo claro aún, aunque como escribo por impulsos cualquier día será...
    Es una especie de ensayo.
    El tema de las minusculas en los diálogos es intencionado. Solo hay mayusculas al principio y al final, no comencé con guión por estética.
    El ritmo que tengo al escribir es adecuado, te lo aseguro ( es una broma).
    Hay recursos con los que experimento al escribir, a veces salen bien y otras no.
    Yo creo que un relato no solo es la historia, hay componentes o recursos que nos conducen a asociar el texto con situaciones que nos resultan familiares un sonido, un gesto la descripción de un aroma;hay detalles en un texto que incluso son más significativos que la trama.
    Intento perfeccionar el relato, el mío, me gustaría conseguir en él una voz propia, y algún día cuando lo consiga, que lo haré, intentaré algo más.
    La idea de un mal hijo es un tema que me conmueve, aunque creo que hay que tener cierta frialdad para abordar temas acerca de situaciones límite.
    Besos
    Isabel

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  3. Felicidades Isabel, me ha gustado mucho el relato, sobretodo el final sorprendente. De lo de las mayúsculas ni me había dado cuenta, será que leo por impulso. Pero creo que apostar por un estilo propio y personal es un acierto seguro.

    J. Lorente me ha hecho seguir tu pista y se lo agradezco. No pienso dejar de leerte.

    Saludos

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