domingo, 22 de julio de 2012

Pena




Para llegar al hueso
no basta con abrirse paso entre la carne
hay que escuchar
el sonido de la mano dentro,
 ahondar aunque para ello
tengas que apretar los dientes
 hasta que crujan o salten por el aire.
Al final de la ruta
 escribes con lápiz en la lista de la compra
el nombre de tus muertos
y de repente empiezas a llorar
en la cola del supermercado
porque no encontraste la sal.
Un hombre se da la vuelta
y te mira como un padre:
toma, me dice,
necesitas otra oportunidad.
Sus manos tiemblan al entregarme la sal
el llanto cesa.
Ha sido un gran avance
en la ciencia de la compasión,
es como recibir un ramo de rosas
cuando aún estas viva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario