Tenía trece años,
Y se le perdía la mirada cortando cupones para el pan. Se hizo fuerte a golpe
de súplicas, llantos y lástima. Hurtaba a escondidas alguna pieza que otra por no ver el llanto de un niño que succiona el seno flácido de su madre.
Tanta hambre, tanto dolor en los gestos cotidianos. Sólo tenía trece años, y ya
era piedra.
Mucho tiempo
después aprendió la ruta de las aves, frágil.
¡Cuanto esfuerzo
para un solo vuelo!
...
Y si no hay el
blanco suficiente
para que destaque
la huella
será el ojo
avizor
el que encontrará
la ruta.
Ni el viento ni
la luz en contra,
ni el trueno
enfurecido
detendrán el
vuelo lento de los pájaros.
...
No guardes luto,
decía.
Yo estaré feliz
de volver a los brazos de mi madre.
Le hablaré de ti,
seguro
Siempre tuvimos
códigos para comunicarnos
Sabrá de tu
voluntad con alas
y que siempre
encontrarás tu camino de regreso
allá donde vayas,
porque fuimos la
misma piel
y grabado quedó
el lugar que
siempre nos acogerá,
en la tierna y
perdida infancia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario