Hace
tiempo que intento dar un giro en las publicaciones de éste blog. Nació como
una declaración de intenciones que, poco a poco, se han diluido en textos
apresurados que se distancian de su verdadera razón de ser. Yo escribo. Escribo
para contar cosas, escribo para contarme cosas, y que este balance me ayude. Porque
cuando he reflexionado sobre un poema, o un texto, aprendo de lo que he dicho o
hecho.
Tenemos
la falsa creencia- al menos yo así lo pienso- que al escribir llegaremos a
crear un texto que a nosotros nos gustaría leer. Craso error, ya que la
escritura es el ejercicio que produce más insatisfacción de todos los que
puedas realizar. Doy fe. Describes algo, lo lees, lo rectificas, y cuando lo
dejas porque ya no puedes hacer más por él, lo abandonas mucho peor que cuando
comenzaste. Aún así vuelves a escribir por pura soberbia contra las palabras
que te niegan. Más de tres veces, desde luego.
Aquí
estoy, tecleando de forma arbitraria para justificar éste desasosiego. Hoy es
uno de esos días en los que haces balance y no cuadran los números, hay más de
una curvatura en la línea recta y a duras penas eres capaz de cerrar un
círculo. Escritura, al fin.
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