¡Que el agua de la música lo amamante!,
que irradie celestial armonía,
promesa con plumas, beso al aire,
y la noche más buena que nunca.
Ríete mi niño que te traigo la luna
en un pentagrama de cuna sobre ondas
de suave mar.
Al borde del tejado se detiene una estrella
envuelta en dócil melancolía
ecos milenarios traspasan fronteras,
repiten su nombre; María, María.
Los hombres se duermen hombres
-barro y agua para el sueño-
y despiertan con alegría.
¡Que mi cálida escritura estalle,
para felicitar estas fiestas!
-piel contra piel al mismo ritmo-,
en una expresión certera, en un sonido de la calle.
Isabel Serrano (17-11-2010)
Independientemente de las creencias de cada uno, es un gran poema y que para el ateo siempre puede tener otra interpretacióin apartado de Dios y sigue siendo hermoso
ResponderEliminarBesos y bienvenida a la vuelta