Crujió el suelo, el golpe al caer el cuerpo impactó sobre él - en ese momento yo intentaba disolver una cucharada de azúcar en el té naranja- aunque inquietante-, el ruido negro no consiguió distraerme de mi empeño. Me acerqué a la sala azul, allí en el suelo yacía mi marido muerto.
Me resultó patética su amarilla forma de caer hacia el lado derecho, era irónico decantarse hacia el lado opuesto en un momento tan… tan determinante, el que siempre fue rojo.
A pesar de ser una situación trágica, fui incapaz de elevar un lamento que consideraba inútil, aunque sentí algo de pena, a simple vista parecía tener los brazos y las piernas rotas, estaba como desencajado. Me alcé sobre las puntas de los pies para ver mejor el último de sus gestos, pero no lo veía bien, así que imaginé que tampoco tenía tanta importancia, en el fondo era mi frialdad ante los gestos lo que me hacía fuerte. Decidí que llamaría a la policía local, seguramente no cuestionarían el origen de ésta muerte anunciada tantas veces, sobre todo después de lo que ocurrió en la casa vieja.
Cómo quema éste intento de describir un color, rojo, negro, amarillo, naranja, azul…
…azul, naranja, amarillo, rojo, negro. Así estuvo toda una noche balbuceando con la cadencia de una melodía, goteando en el silencio vivo, hasta que la mañana le devolvió la consciencia.
…Y el silencio reino en la casa después de la noche entera, y él desnudo, con las extremidades de colores se abrazaba a sí mismo, inquietante, extraño, serpenteando por el torso.
Mi marido no era un ser corriente. Siempre vivió en el infierno. Yo le temía porque pensaba que estaba loco, pero él no lo reconoció; solo en la oscuridad, a veces se aceptaba miserable.
Ahora casi siento haber mezclado el veneno con sus pinturas, quizás lo eche de menos, pero desde luego nadie cuestionará la muerte de un loco que se maquilla desnudo de rojo, negro, amarillo, naranja, azul.
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