Éste es uno de los primeros cuentos que escribí, estuve con ellos guardados hasta que me atreví a mostrarlos algún tiempo después, en realidad casi me pasó ésto con la mayoria de los textos que escribí .Como ésta es una puerta abierta a todas y cada una de las intenciones que por mi mente cruzan - será la sexta intención-, volveré a abrir las puertas de la sensualidad mental que tenia cerradas,y volveré a escribir alguno más.
LA HIJA DEL FARAÓN
Cuatro doncellas avanzaban como en una danza flotante, portaban cada una de ellas una antorcha prendida, que torpemente iluminaba el pasadizo que habían de recorrer hasta llegar al templo.
Luego allí, las esperaba la nodriza que con minuciosidad las examinaba antes de pasar a la sala, donde serían bañadas en aromas y arregladas para el sacrificio; un rito no de sangre, sino de ofrenda corpórea que solamente satisfacía a los sacerdotes que cuidaban el oráculo.
Eran instruidas con la precisión de una máquina, a cada una de ellas se le encomendaba una tarea diferente, y además, debían de fantasear una historia para entretener a los sacerdotes. De todas ellas, sólo una podría quedar liberada del sacrificio de su virginidad, y así, podría ser desposada, de lo contrario, pasaría a formar parte de las concubinas del templo, atrapadas para siempre.
Una a una, hasta tres, contaron sus historias cargadas de toda la sensualidad y el erotismo que fueron capaces. Ninguna de ellas lograron la satisfacción de los sacerdotes que con claras muestras de aburrimiento, soportaban los relatos.
....... El olor a incienso y humedad la estaba asfixiando, ¡sentía tanta necesidad de salir de allí!, sin embargo ni siquiera había preparado una buena historia que le proporcionara la libertad. Los sacerdotes se relamían al mirarla, pues de las cuatro era ella la más bella, la más sensual, la más deseada.
Trató de agudizar su ingenio hasta el límite, respiró profundamente, y comenzó su relato........
“Hace mucho tiempo, vivió un príncipe egipcio de corta inteligencia y un enorme pene, que exhibía continuamente erecto, entre las sedas de su túnica. Tal era su vanidad que mandó construir una figura de alabastro negro, que reprodujera con toda exactitud su porte y el descomunal tamaño de su pene. Lo mostraba como un trofeo de guerra, se divertía con el asombro que provocaba entre sus invitados; luego se masturbaba ante ellos frotándose lascivamente contra su imagen negra y brillante.
Una joven viuda, fue llevada a palacio para encargarse del cuidado y orden de los aposentos del príncipe; examinada con escrúpulo, este dio su aprobación y permitió se encargara del trabajo.
La figura en cuestión tenía fabricado una especie de altar adornado en seda roja y estaba ubicada en u rincón de los aposentos del príncipe; un rincón de ensueño, lujurioso de fondo rojo que resaltaba el contorno negro y brillante de aquel prodigio de miembro, en toda su dimensión.
Cuando la muchacha vio por primera vez semejante estampa no pudo, por mas que intentó, ahogar un grito de angustia placentera.
Cada vez que tenia que lustrar la figura, procuraba hacerlo en soledad, así fantaseaba con ella como si se tratase de un amante etíope muy bien dotado, la besaba, la lamía, incluso al oído , le susurraba palabras de deseo. Luego trepaba hasta su cintura, y abrazada al cuello se penetraba hasta derramarse. En negro y blanco la pasión quedaba impresa.
Tras el acto la lavaba como a una persona, con ternura y la secaba con las finas toallas del príncipe, y con pena se despedía de su amante de piedra negra.
.....Los sacerdotes cada vez estaban más inmersos en la historia, incluso alguno había comenzado a tocarse muy excitado...
Cada día acudía al oráculo y depositaba ofrendas pidiéndole a los dioses la bendijeran con la fortuna de encontrar un amante real.
Una de las veces que la viuda retozaba con su amante de alabastro y jadeaba en un tono excesivo, el príncipe la sorprendió. Fue expulsada de palacio y azotada. Tal fue la cólera del príncipe que en un esfuerzo descontrolado, empujó la figura que el suelo, quedó dividida en dos partes, el cuerpo fragmentado, el pene indemne.
Al salir de palacio, todo apresurada, la viuda llevaba su más deseado objeto entre los pliegues de su vestido.
...La doncella hizo una pausa y controló la excitación que su historia estaba provocando, más no sabia continuar. Nuevamente la angustia agudizó su imaginación que a golpe de desesperación inventaba sucesos encadenados, que ni ella misma sabía a donde la llevarían......
La muchacha se fabricó un muñeco de ébano al que implantó el enorme pene para así satisfacer su deseo en soledad.
Los soldados, aquella noche registraban algunas casas buscando a algunos esclavos que habían escapado.
Con mucho miedo tapó a su muñeco entre las mantas de su cama, la calma llegó.
Desde el otro lado de la ventana, agazapado en la oscuridad, observaba y se deleitaba con la visión de la danza lasciva que la mujer bailó encima de aquel muñeco inerte y frío.
La astucia, la premura y la agilidad en sus actos hicieron que el esclavo actuara con rapidez.
Una vez la mujer se hubo dormido, el esclavo, con mucho cuidado se deshizo del muñeco y se metió entre las sábanas de la viuda; que a la mañana siguiente, sorprendida y deleitada bendijo a los dioses por haberle concedido su deseo más ambicionado,”
Terminó así su relato. Vió satisfecha que los sacerdotes sonreían de agrado. Le dieron permiso para salir del templo, pero debía hacerlo en un tiempo limitado, una vez el reloj de arena hubiese derramado su último grano, ella debería estar fuera, de lo contrario, ya no saldría.
El camino de regreso debería encontrarlo con su intuición a través de los pasadizos del templo.
La doncella corrió y corrió durante mucho tiempo y no hallaba la salida, de pronto vio la luz de aquel maldito pasadizo, más no lo lograba alcanzar.
Tumbada sobre su lecho de rosas, la hija del faraón se despertó empapada, sucia, derramada, angustiada, casi sin aliento. Todo había terminado. Había despertado de un sueño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario