Cada vez que mi
madre enferma
una pluma cae de
sus alas,
yo las guardo en
una bolsa de tela azul.
Ella finge que no
ve nada.
En la ventana,
los pájaros revolotean
dibujan un ala caída
con su vuelo
y chocan contra
el cristal.
Está cansada, la
lengua dormida
la garganta
áspera, los ojos entornados,
como quien no
reconoce.
A veces su
memoria, como un haz de luz
nos canta
canciones antiguas
que suenan como
lamentos, pero ella ríe.
Vuelve a tener la
misma edad, cuando crecía
soñando con alas
de pájaro.
Pide la mano de
mi padre, su calor,
no recuerda ya lo
que pasó.
Cada vez que le
repito la historia
me derrumbo en
una charca
líquida de dolor.
ojalá mi mano
pudiera curar
te salvaría con
todas tus plumas, madre
te salvaría.
....
....
Me acerco al
rostro para oír su respiro,
lo noto ajeno,
ahora no sabe quién soy,
pero un halo de
calor relaja su vientre
y reconoce la
sensación
Siento cómo te desvaneces
lentamente,
Como me cedes tu
lugar y yo crezco.
Nuestros pensamientos
distantes
se unen con el tacto,
su calor, su dolor.
Recuerdo que el
tacto te conmovía,
En cambio, ahora
la rigidez secuestra el vuelco.
Solo de cuando en
cuando
En los días
blancos, llenos de luz,
solo quieres
danzar.
Por eso te
crecieron alas, madre,
las guardo, para cuando las precises,
o las necesite
yo.
...
...
Si el miedo arde
en sus ojos
yo la abrazo
fuerte
y sus alas se expanden.
El cielo se
comprime en el abrazo,
aquí está tu
patria, madre
no temas a la
muerte.
Seré yo quien
luche este combate.
La calma vuelve a
sus ojos cansados
Y me sonríe.
...
...
La muerte traza
una ruta
para que nadie
escape.
Las extremidades
frágiles,
torpe el latido,
un murmullo de
recuerdos,
la boca seca, babel
de miniatura
y el tiempo entre
niebla.
Blanco, dorado,
azul noche quizás.
Este lugar se
empeña en ser patria
pero es una
argucia para confundir
al único destino
posible.