Precioso el discurso que la autora regaló nuevamente a sus lectores al recibir el Premio Cervantes, para mi ha sido una creadora magnífica con épocas más lucidas y otras no tanto, pero en sus libros nunca faltó un valor que dibujó con palabras y habilidad: "esperanza". Toda su magia literaria, incluso su crudeza literaria están envueltas en un halo reparador que te invita a creer en que todo tiene futuro. Uno de los primeros libros que leí de ella fué "los niños tontos", a mí me encantó. mucho tiempo después en un club de lectura al que pertenecía sugerí leerlo , lo hicimos, y la experiencia fué magnífica. En ninguno de sus libros me ha defraudado. No es ni mejor ni peor que nadie, simplemente es única, como las cosas que a mí me gustan.Me siento muy contenta por ella, creo que merece éste galardón.
( Los niños tontos) Fragmento:
Todos los días, cuando volvía del colegio, el niño que soñaba miraba aquella gran ventana del palacio. Dentro de la ventana había un árbol. El niño no lo podía comprender, y ni siquiera en sueños podía explicarselo. Alguna vez le decía a su madre: "En ese palacio, dentro de la habitación, al otro lado del cristal de la ventana, tienen un árbol". La madre le miraba con ojos serios y fijos. De pronto, parecía que tenía miedo, y le ponía la mano en la cabeza: "No importa, niño," le decía. Pero el recuerdo del árbol perseguía al niño fuera de sus sueños. "Vi el árbol ayer por la mañana y ayer por la tarde, dentro de la habitación. Los de ese palacio tienen un árbol en el centro de la sala. Yo los he visto. Es el árbol gemelo del que vive en la acera, dentro de su cuadrito de tierra, entre el cemento. Sí, madre, es el árbol gemelo, les vi ayer hacerse muecas con las ramas." Como no podía ya pensar en otra cosa, hasta sus sueños le abandonaron. Cuando llegaron los días sin mañana, sin tarde, ni noche, cuando la mano de la madre se quedaba micho rato en su frente, para frenar su pensamiento, el niño buscaba afanosamente en el suelo de su cuartito y debajo de la cama: "Tal vez el árbol me vaya buscando por debajo de la tierra, y vaya empujando la tierra, y vaya empujando la tierra, y me encuentre." El miedo de la madre le llegaba al niño a la garganta y sus dientes castañeaban. "No importa, niñó."
Por fin, un día, vino la noche. Entró en el cuarto y se lo llevó todo. "Madre, qué árbol tan grande", dijo el niño, perdido entre sus ramas. Pero ni siquiera oía ya la voz que repetía: "No importa niño, no importa".